top of page
Corazones, atendidos, cardiopatia, congenita, cardiopatia congenita, enfermedad corazon, enfermedad cardiovascular, asociacion corazon, cors atesos, enfermetat cardiovascular, associcio cor, associacio cardiopatia, associacio cor

Somos lo que comemos

 

 

DEBE SER UNA DIETA a base de alimentos muy ligeros y pobres en sodio con objeto de que el corazón no se canse, ya que existe una estrecha relación entre digestión y trabajo cardíaco. Por la misma razón es sin duda conveniente fraccionar la ración diaria de alimento en cinco comidas.

 

Sea cual sea la enfermedad que afecte al corazón, el objetivo del tratamiento dietético es siempre reducir el trabajo de dicho órgano, aun sin dejar de proporcionar al organismo las sustancias nutritivas que éste necesita. No obstante, la dieta varía sensiblemente, y más desde el punto de vista cualitativo que cuantitativo, si el enfermo padece una cardiopatía compensada o descompensada.

 

La descompensación es una situación cardiocirculatoria caracterizada por la incapacidad del corazón para hacer frente a las exigencias de los tejidos, sobre todo por cuanto respecta a sus necesidades de oxígeno. En otras palabras, el corazón no se halla en condiciones de expulsar toda la sangre que le llega ni de imprimir a la que logra expulsar la fuerza necesaria para que circule a la velocidad adecuada. El estado de compensación se caracteriza en cambio por la capacidad del corazón, aunque esté enfermo, para mantener una circulación sanguínea suficiente para satisfacer las necesidades de los tejidos.

 

LA ENFERMEDAD CARDÍACA DESCOMPENSADA

 

La característica básica en la que debe basarse la elección de los alimentos más adecuados para el enfermo de corazón, aparte de su contenido en sodio, es su digestibilidad. La digestión es un trabajo. Durante el proceso digestivo una notable cantidad de sangre afluye al aparato digestivo, siendo dicha cantidad tanta mayor cuanta más rica ha sido la ingesta de alimentos y cuanto más lenta y laboriosa es la digestión.

 

Cualquier desplazamiento de la masa sanguínea y, en general, cualquier sobrecarga de la circulación pesan sobre el corazón, que es la fuerza motora del sistema, por lo que cuanto, más se come más debe trabajar el corazón. Este es el concepto fundamental sobre el cual, aparte del aporte de sodio, se basa todo el planteamiento de la dieta del enfermo de corazón.

 

Las comidas deben ser poco abundantes.

 

Es conveniente, además, que los alimentos sean poco voluminosos, es decir que contengan la cantidad necesaria de calorías concentrada en un volumen modesto. De esta forma el estómago sólo se dilata moderadamente, con una doble ventaja: la demanda de sangre por parte del aparato digestivo es menor y al mismo tiempo se produce una menor elevación del diafragma. El estómago, en efecto, se encuentra situado inmediatamente por debajo del diafragma, por lo que, si se dilata, da lugar a la elevación de este último.

 

Todos sabemos que el diafragma es el principal músculo respiratorio, en la medida en que su contracción determina un aumento de la capacidad de la caja torácica y por consiguiente una disminución de presión en su interior: esto crea un flujo de aire desde el exterior hacia los pulmones. El estómago dilatado constituye un obstáculo mecánico que limita este movimiento. Ello produce un menor flujo de aire a los pulmones y por consiguiente una disminución de la disponibilidad de oxígeno, ese oxígeno del que el enfermo de corazón no anda sobrado.

 

Para compensar esta deficiencia, el corazón se ve obligado a aumentar, mientras puede, el ritmo y la eficiencia de sus contracciones para aumentar así la velocidad del flujo sanguíneo y conseguir que el mayor número posible de glóbulos rojos pase por los pulmones y capte todo el oxígeno disponible. Dado, sin embargo, que la capacidad de reserva cardíaca es reducida, no siempre el corazón consigue responder como debería y es entonces cuando aparece la dificultad respiratoria que el enfermo de corazón acusa a menudo después de una comida demasiado abundante. De esta forma el organismo intenta, a través de una aceleración de la frecuencia respiratoria, aumentar la cantidad de oxígeno que llega a los pulmones.

 

Para evitar este excesivo trabajo cardíaco el enfermo de corazón debe reducir el volumen de sus comidas. Por esta razón es conveniente reducir al mínimo la cantidad de agua y de otros líquidos ingerida durante las comidas y evitar las bebidas gaseosas, del mismo modo que hay que re ducir el consumo de legumbres, que inducen una marcada fermentación intestinal, Para reducir el volumen alimentario deberían en líneas generales evitarse las sustancias vegetales, dado que, a igual masa, su valor nutritivo es claramente inferior al de los productos alimenticios de origen animal. Ello plantea sin embargo otro problema: el estreñimiento. En efecto, el enfermo de corazón sufre en general estreñimiento, independientemente del tipo de dieta que siga, debido al estancamiento sanguíneo que se produce a nivel del tracto digestivo como consecuencia de la pérdida de funcionalidad cardíaca.

 

El fenómeno resulta especialmente manifiesto en caso de cardiopatía descompensada. El estreñimiento es un fenómeno negativo, no sólo porque determina una menor velocidad de eliminación de los residuos, sino también por que obliga al sujeto a realizar esfuerzos durante la defecación. El acto de empujar provoca, en efecto, una brusca disminución de la velocidad de circulación sanguínea y por consiguiente un obstáculo que el corazón no puede superar si no es mediante un fuerte trabajo.

 

El enfermo de corazón debe por tanto evitar la realización de esfuerzos en la defecación, que pueden ser peligrosísimos. Y para evitar, al menos parcialmente, este inconveniente así como para asegurar un aporte suficiente de vitaminas y sales minerales, no hay que excluir de la dieta del enfermo de corazón los vegetales, sino que es necesario hallar un equilibrio entre la necesidad de reducir el volumen de la dieta, por un lado, y de evitar el estreñimiento y proporcionar vitaminas y sales por otro.

 

Especial cuidado hay que tener con la cena, que debe ser ligera y debe consumirse unas tres horas antes de acostarse, de forma que la digestión haya terminado cuando el enfermo adopte la posición horizontal; esta posición supone ya por sí sola un aumento de trabajo. Una cuidadosa masticación y cierta lentitud al comer facilitan notablemente todo el proceso digestivo.

 

Por cuanto respecta a la cantidad de alimentos, deben evitarse, como parece obvio, todos aquellos que favorecen una digestión lenta y difícil, es decir las grasas (sobre todo si son fritas), las tartas, las cremas y los flanes, que debido a su carácter compacto son impregnados con dificultad por los jugos digestivos. Por la misma razón, son preferibles, en lugar del pan fresco, más compacto, el pan tostado y los grisines.

 

CARDIOPATÍA DESCOMPENSADA

 

Todos los consejos aportados en el caso de la cardiopatía compensada son aplicables a la descompensada; en este caso, sin embargo, las restricciones deben ser aún más rígidas, ya que el corazón se encuentra en peores condiciones y todo error se paga inmediatamente. El aporte calórico total no debería superar las 1.500 calorías. En el periodo inicial del tratamiento, el médico limita a menudo de forma incluso mucho más rígida la dieta, pudiendo en caso necesario reducirse ésta a una simple dieta hídrica, constituida únicamente por líquidos.

 

En la dieta del sujeto que padece una cardiopatía descompensada es fundamental el problema del aporte de sodio. Hay que reducir el aporte de dicho elemento, en primer lugar, para evitar la aparición de edemas o para provocar su eliminación cuando ya estén presentes y, en segundo lugar, para reducir la carga a la que se ve sometida la circulación sanguínea. El sodio es el principal electrólito extracelular y, dada su característica de captar cierta cantidad de agua, es el principal responsable del estado de hidratación del organismo en general y de la cantidad de líquidos extracelulares en particular.

 

Debido a ciertos mecanismos patológicos que se ponen en marcha en la descompensación, el paciente en esta situación tiende a eliminar una cantidad reducida de sodio y por tanto de agua. El agua retenida, cuando supera ciertos límites, da lugar a edemas manifiestos. Para evitar este inconveniente es imprescindible reducir la cantidad de sodio introducida con la dieta, proporcionalmente a la disminución de la cantidad de sodio eliminado.

 

Dado que la retención de sodio es tanto mayor cuanto más grave es la descompensación, no es posible proporcionar datos exactos sobre la cantidad de sodio que puede aportarse con la dieta: hay que dosificarlo en función de las necesidades de cada caso.

 

Por cuanto respecta a la cantidad de agua ingerida por el individuo que sufre una cardiopatía descompensada, es conveniente que no supere el litro diario.

Copyright © 2009 - 2016 /  Corazones Atendidos (Cor Atés) Fed.  de Asociaciones de Afectados por Cardiopatías Congénitas y Adquiridas,

Contacta con nosotros info@corazonesatendidos.org / Tel. 93 263 30 00 / 656 06 22 44 / 

bottom of page